jueves, 22 de julio de 2010

Carta del P. Víctor Acha

Gente: Les comparto esta carta de un gran catequista, que expresa muchas cosas que pienso y siento hoy también. No les pido que piensen igual, simplemente que sepamos asumir la diversidad y la lucha por la igualdad del Reino Un abrazo, Santi


Carta de nuestro párroco Victor Acha

Queridos amigos y amigas de La Cripta:

Hace poco más de un mes, cuando comenzó esta insólita experiencia de confrontación dentro de nuestra Iglesia de Córdoba a propósito de la posibilidad de modificar una ley de la nación, manifesté en una homilía mi parecer al respecto y lo hice público también.

Acaba de concluir el debate respecto a esta ley con la aprobación de un nuevo instrumento legal para Argentina. Pero lo que no ha concluido es la situación interna que vive nuestra Iglesia y que excede los límites de Córdoba, porque se enmarca en una realidad que padece toda la Iglesia. La realidad de numerosas manifestaciones que la presentan con mensajes anacrónicos y actitudes que creíamos definitivamente superadas.

Así hemos tenido que asistir a un conflicto entre el Arzobispo de Córdoba y algunos sacerdotes, entre los cuales me encuentro, y con una situación grave en el caso del Padre Nicolás Alessio.

Si ampliamos la mirada descubrimos que estas situaciones de censuras, de condenas, de amenazas, de exclusiones de los que se atreven a pensar y opinar, tocan a la Iglesia católica en todo el mundo.

¿Saben ustedes que hay más de 300 entre teólogos, biblistas, moralistas, muchos de ellos de renombre internacional y de solvencia en sus especialidades, sacerdotes y también laicos, que han sido censurados por organismos del Vaticano? Por lo general el procedimiento ha consistido en encomendar al Obispo del sospechado que exija retractación de determinadas manifestaciones y/o escritos, para luego aplicar sanciones e imponer silencio.

Soy habitualmente prudente al manifestarme públicamente, pero ante estos hechos cualquier silencio puede ser complicidad.

Lo que ha sucedido en estos días ante la propuesta de modificación de la ley de matrimonio civil y que ha motivado expresiones y manifestaciones públicas diversas, hacia adentro de la Iglesia ha significado la aparición de mensajes y acciones alarmantes, como las manifestaciones increíbles del Cardenal Bergoglio en Bs.As., anunciando castigos de Dios, una guerra santa y la presencia del demonio.

Una vez más, como sucedió en otros tiempos y a propósito de cuestiones que comprometían el modo de pensar y actuar de la Iglesia como organismo oficial, se ha acudido a la convocatoria masiva en las calles y como en otros tiempos también, utilizando a adolescentes de escuelas católicas que escasamente entienden de que se trata.

El tema de la modificación de la ley ya ha concluido, y ahora el Estado ejercerá su poder de legislar asegurando la igualdad de derechos y deberes de un sector de la sociedad, lo cual es afianzar los derecho de todos especialmente de las minorías. Desde esta novedad habrá que continuar reivindicando otros derechos en razón de la debida justicia.

Pero la realidad de la Iglesia que he insinuado permanece. Y ante esto no podemos ser indiferentes.

Desde distintos sectores, tanto en el decir de pensadores e intelectuales, como en los comentarios callejeros, se señala que la Iglesia ha vuelto a los mecanismos de la Inquisición; que no se sitúa en la actualidad; que pretende un lugar en la sociedad propio de la cristiandad; que hoy dice defender la vida y el derecho de menores, pero silencia el actuar de sacerdotes y religiosos pederastas; que se niega estos derechos a los homosexuales, pero durante la dictadura militar la jerarquía o bien calló, o miró para otro lado, o toleró que muchos fueran cómplices de aquel genocidio.

Ustedes y yo nos reconocemos Iglesia y en esta condición intentamos ser fieles al Evangelio de Jesús, por eso duelen estas verdades y no porque se las diga, sino porque esto que se dice, sucede “en casa”.

Yo viví mi período de formación, y habrá sido la experiencia de muchos de ustedes, mientras se celebraba el Concilio Vaticano II y me ordené en una Iglesia que había dado ante el mundo un signo evidente y claro de buscar caminos nuevos para anunciar el Evangelio y convocar a la fe; en una Iglesia que proclamó que las angustias y esperanzas de la humanidad eran suyas; que reformó la liturgia; que dio mayores impulsos al estudio, la investigación y la lectura masiva de la Biblia; que declaró y le creímos los de dentro y los de fuera, que ella quería y podía ser “luz del mundo” en fidelidad a Jesús.

Una Iglesia de la cual ese Concilio era una instancia de apertura, y un llamado a prolongarse, a enriquecerse y aún a superarse porque la vida y la fe son dinámicas.

Es la Iglesia que comenzó a reconciliarse con la modernidad y a incorporar en sus búsquedas, en sus mensajes y en sus acciones, el lenguaje y los contenidos de un nuevo modo de plantear la vida y la convivencia social, lo que por entonces se llamaba una adveniente nueva cultura universal.

Esa nueva cultura, la sociedad nueva de la que ella es expresión y cauce, la nueva época de la humanidad que ya es una realidad, nos reclaman un modo de presencia en el mundo, y unas actitudes como comunidad creyente, que asume que ya no es rectora y árbitro de la humanidad, sino compañera y servidora de todos.

Por este motivo la Iglesia no podía en el caso que nos ocupa, ni podrá mas, decirle al conjunto de la sociedad cuáles leyes y cómo debe aprobar. A cualquier comunidad religiosa le asiste el derecho y tiene la libertad de instruir a sus fieles en los criterios que considera acordes con sus principios y opciones, pero ningún credo, puede pretender imponer lo propio al conjunto social.

Hoy parece que aquella Iglesia soñada y concretada hace casi 50 años ya no está. Ha dado lugar a esta otra Iglesia de los miedos, de los integrismos y conservadurismos estériles, de la vuelta a los contenidos y a los símbolos de la cristiandad que terminó, de los métodos de control y manipulación que fueron propios de la peor época de la historia humana y la experiencia cristiana. La Iglesia no más del servicio, sino nuevamente del poder para dominar.

Ante esto me pregunto ¿la comunión a la que estamos llamados se construye con imposiciones de la autoridad? ¿si alguien manifiesta un pensamiento que no es compartido por quien tiene autoridad o por muchos otros, el camino es obligarlo a la retractación? ¿vamos a avanzar en la adecuación histórica de nuestros dogmas, imponiendo la aceptación de lo ya establecido sin buscar el discernimiento, la investigación y la formulación de nuevos modos de presentar el Mensaje de siempre? ¿en una cuestión como la que originó este conflicto se puede exigir alinearnos en una postura única y uniforme? ¿no se ha pensado el enorme servicio que prestamos a la misma Iglesia quienes nos atrevemos a investigar, a pensar y a proponer modos adecuados de entrar en diálogo con nuevas situaciones sociales?

Y en el caso de que alguien yerre en el camino ¿los métodos de persuasión pueden estar reñidos con la caridad o prescindir del diálogo?

En las situaciones que se dieron en nuestra arquidiócesis no fuimos invitados al diálogo sino a retractarnos de lo que pensamos y dijimos. Los sacerdotes hemos prometido obediencia al obispo en nuestra ordenación. Los años que llevamos en el ministerio, lo que hemos entregado de nuestras vidas en este servicio, lo que hemos compartido, padecido y gozado trabajando en la arqudiócesis, lo que hemos brindado con alegría y disponibilidad de nuestro estudio, reflexión y dedicación, a la Iglesia local y a muchos otros ámbitos, lo que aún estamos dispuestos a dar de nosotros mismos para el bien común, todo esto es el testimonio de nuestra obediencia.

Pero no se nos puede pedir una obediencia que nos obligue a renunciar a lo que en conciencia y siempre en búsqueda de fidelidad al Evangelio, hemos entendido y construido.

Mucho queda por decir en cuanto a la concepción del Matrimonio, al trabajo con y para la Familia, a la aceptación de la Homosexualidad como una condición de un importante número de personas, a sus derechos y deberes y a su capacidad para la Adopción. Pero detrás de esas realidades subyacen otras cuestiones que en realidad son el motivo de las posturas cerradas: me refiero a la cuestión de una concepción del poder, de la sexualidad el deseo y el placer humanos, del valor y lugar de la mujer en la sociedad, de la libertad y sus exigencias. Son temas que junto a muchos otros merecen dedicación, investigación y elaboración de propuestas que se condigan con la realidad de esta humanidad del siglo XXI.

¿Es que tan poco claro fue Jesús cuando se puso en el lugar de los pobres, de las víctimas, de los marginados de su tiempo? ¿Es tan difícil comprender que actualizar su Mensaje es actualizar su praxis que consistirá en estar con las minorías desposeídas, con los hambreados por el capitalismo inhumano, con los abandonados ya sea por el sistema o por las instituciones, con las víctimas de las discriminaciones de hoy?

El Mensaje del Evangelio nos da una orientación para construir nuestra fe y nuestra experiencia de creyentes; es una luz que nos permite ver por dónde nos abrimos camino para transitar la historia; pero no es un elenco de normas a cumplir, ni un tratado científico, ni se lo puede tomar como un recetario para encontrar respuesta a los desafíos que debemos afrontar en la vida. El Mensaje del Evangelio es único, pero se lee en cada momento de la historia descubriendo matices nuevos que permiten iluminar las cambiantes situaciones de la humanidad. Cualquier intento de utilizarlo para respaldar construcciones culturales o epocales lo convertirá en un mero argumento.

Trabajemos todos para que el Evangelio sea luz, que brille para iluminar la gran casa de la humanidad.

Padre Victor Saulo Acha

17-18 de julio de 2010
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martes, 13 de julio de 2010

RESPETO Y DIGNIDAD

lES COMPARTO UNA INTERESANTE REFLEXIÓN DE UN PASTOR METODISTA SOBRE SEXUALIDAD


La sexualidad humana, expresión vital de la persona, está íntimamente vinculada con lo afectivo, lo placentero y con las relaciones interpersonales. Su comprensión está modelada por todos los procesos de cambio cultural, social, religioso y científico. Su historia, que ha mostrado cambios drásticos en los últimos tiempos, está marcada por intransigencias, discriminaciones y contradicciones.
Desde que el emperador Constantino en el siglo IV adoptó el cristianismo como religión oficial, la llamada “cultura de la cristiandad” ha marcado la historia de Occidente. La concepción de una sociedad organizada por una particular y cerrada visión religiosa se prolongó por muchos siglos pero, poco a poco, se fue desmantelando por los reiterados cuestionamientos que fueron abriendo paso al desarrollo de la libertad religiosa, la tolerancia, a nuevas comprensiones del mundo y de la vida. Este proceso dio lugar a un creciente escepticismo religioso.

Esa religiosidad cristiana ha impuesto sobre la sociedad una férrea marca de control sobre la sexualidad humana. La limitación de la relación sexual en el matrimonio a la procreación, el desprecio del placer en las relaciones sexuales y el rechazo a toda manifestación de diversidad sexual fueron algunos de los postulados con los que se impuso y ejerció poder y dominación sobre la intimidad de las personas.

Hoy sabemos que ya no es posible imponer una comprensión única de la vida y de la sociedad. Las culturas y las religiones están seriamente afectadas por los cambios experimentados en el mundo y, en ese contexto, se ha relativizado su autoridad. Las verdades absolutas han dejado su lugar a posturas más modestas y tolerantes. Los desafíos de esta nueva era ponen de manifiesto que vivimos en una sociedad cada vez más pluralista en términos sociales, culturales, religiosos y étnicos.

La fe religiosa no puede imponerse. La gente recibe, selecciona e interpreta desde su propia óptica social y cultural, y sospecha cada vez más de las imposiciones autoritarias y dogmáticas.

La tendencia de varias confesiones religiosas sobre la homosexualidad ha sido la de estimar su posición como la única válida. En ese sentido, el uso tradicional que se ha hecho de la Biblia como fuente de autoridad indiscutida ha tendido a abusar de los breves textos que hacen referencia a la conducta homosexual aunque, en realidad, la Biblia no aborda la problemática de la homosexualidad como tal. Por otra parte, en la Biblia no se señala que Jesús haya hecho alusión alguna al tema, por el contrario, sí hay alusiones directas al tema de la infidelidad. La centralidad del respeto y la dignidad de todos los seres humanos están en el corazón de la fe cristiana. Una fe que se basa en el amor de Dios para todos los seres humanos sin distingos, que llama a amar a los demás seres humanos como a uno mismo. De esa manera, erradica la discriminación y la exclusión.

El concepto de matrimonio es una construcción social. Varía según la sociedad a la que nos referimos. En algunas, por ejemplo, se reconocen matrimonios monogámicos y, en otras, poligámicos. La base del matrimonio muda considerablemente según la sociedad de la que se trate, ya sea acentuando el amor romántico o el matrimonio por arreglo entre familias. En algunos lugares del mundo se prohibió el casamiento entre blancos y negros o entre blancos y asiáticos. Los derechos de las mujeres fueron cambiando hasta obtener igualdad legal. El divorcio vincular ha sido aceptado alrededor del mundo.

Algunas confesiones religiosas sostienen que el matrimonio es una institución sagrada que impone ciertas reglas a los contrayentes. En general, ceremonias o contratos matrimoniales –religiosos o no– involucran una serie de deberes y derechos, tales como el cuidado y la protección.

Sin embargo, el matrimonio religioso, no importa el carácter que se le otorgue, no tiene el mismo significado que el civil. El civil es un contrato social con repercusiones de variado tipo, pero sin consecuencias religiosas que lo determinen. Los fundamentos y requerimientos de un casamiento religioso deben resguardase para los creyentes, pero no corresponde imponerlos a la sociedad toda.

La convivencia en una sociedad pluralista sólo es posible cuando se preservan el respeto y la dignidad de todos los seres humanos. Para este fin, el Estado debe procurar que los derechos sean ejercidos sin ningún tipo de discriminación. Y esto es parte de nuestra propia historia.

El pedido de la modificación legal que permita a los homosexuales que lo deseen ejercer sus derechos como las parejas heterosexuales debería encuadrarse en el marco de esta sociedad plural, que busca preservar la libertad y la dignidad de todos.

* Pastor de la Iglesia Metodista argentina, ex presidente de la Asociación Mundial para las Comunicaciones Cristianas. Texto que el religioso no pudo leer en la comisión del Senado que debate el matrimonio gay.

Fuente: Página 12

lunes, 12 de julio de 2010

La oración de petición

Les dejo un articulo de José Arregui sobre la oración en nuestras celebraciones y templos. Espero que les sirva

Imaginemos que viene a misa con nosotros una persona -¡son ya tantas!- totalmente ajena a nuestras creencias y prácticas religiosas; viene por simple curiosidad, simplemente a ver. ¿Qué pensaría? A menudo me hago esta pregunta: ¿qué pensaría o qué diría esa persona, escuchándonos en misa?

Me parece, por ejemplo, que se extrañaría muchísimo al oír cómo hablamos de Dios y cómo le oramos. Me parece que diría entre sí: "¿Pero qué clase de Dios es éste? La iglesia llena de gente no cesa de pedirle: de pedirle piedad, de pedirle perdón, de pedirle salud, de pedirle pan, de pedirle paz, de pedirle por éste y aquél, y de pedirle y de rogarle que les escuche. ¿Quién será este Dios? No aparece por ningún lado, pero debe de ser sin duda algún señor enfurruñado, cuando se hace de rogar tanto para darles algo".

Perdónenme, amigos, pero muchas veces me vienen a la mente pensamientos así, cuando me pongo a observar nuestras oraciones. Cuando oramos, la mayor parte del tiempo la pasamos pidiendo, y me cuesta creer que a Dios le agrade nuestro incesante pedir.

¿Piensan que Dios necesita que le pidamos? ¿Piensan que debemos pedirle porque no sabe lo que necesitamos? ¿O piensan que, aunque sabe lo que necesitamos, le gusta que le supliquemos? ¿O piensan que nuestras súplicas le mueven a darnos lo que espontáneamente no nos daría? ¿Piensan que nuestras oraciones lo ablandan? ¿Piensan que Dios es como un señor que da lo que quiere cuando quiere a quien quiere?

Sí, ya sé que son preguntas un tanto forzadas, y se pueden sentir incómodos con ellas. Pero son nuestras oraciones las que ponen de manifiesto en buena medida qué imagen de Dios tenemos, y es lo que quisiera hacerles ver. Pues bien, me parece que la imagen de Dios que revelan buena parte de nuestras oraciones no es creíble, no es digna de fe. Ya no es creíble para muchos que creen, y no es creíble para muchos que quisieran creer.

Pero me podrán decir: "¿Acaso no se dice en la Biblia, de comienzo a fin, que Dios da lo que quiere cuando quiere, y que hay que pedírselo para que lo dé?” Sí, así es. Pero lo que se dice en la Biblia no lo debemos tomar tal cual, a la letra, y debemos procurar distinguir en el texto bíblico lo que es esencial y lo que no lo es. Por ejemplo, lo que es esencial en las palabras de Jesús cuando nos propone la parábola del juez desaprensivo como imagen de Dios. No quiere decir Jesús -¡imposible!- que Dios es como ese juez cínico. Y no quiere decir Jesús que debemos pedir a Dios sin cesar, sino más bien que debemos pedir con total confianza. Y al pedir con total confianza, lo importante no es el pedir, sino la confianza misma.

A esto quería llegar, amigos: la confianza es lo fundamental. Pedir a Dios esto y aquello no es necesario, y hasta puede ser absurdo. El mismo Jesús nos lo dijo claramente: "Al orar, no se pierdan en palabras, como hacen los paganos, creyendo que Dios los va a escuchar por hablar mucho. No sean como ellos, pues ya sabe el Padre lo que necesitan antes de que ustedes se lo pidan". Dios ya sabe. Y Dios no cesa jamás de darnos, como una fuente que mana cuanto puede. La fuente no puede dejar de manar. La madre no puede dejar de querer a su hijo. Dios no puede dejar de dar a todos, a todo, todo cuanto tiene y todo cuanto es.

Entonces, ¿para qué pedir? Si acaso, para tomar conciencia de nuestra necesidad. O, mejor aun, para expresar nuestra confianza. O, mejor aun, para aprender a recibir. O, tal vez mejor todavía, para convertirnos para nosotros mismos y para los demás en hacedores y dadores de todo aquello que pedimos a Dios.

Eso es. De pedir, hemos de pedir para tomar conciencia de nuestra necesidad, y para expresar nuestra confianza, y para aprender a recibir lo que Dios nos está regalando sin cesar, y, en definitiva, para darnos a nosotros mismos Dios mismo, para convertirnos en dadores de Dios para todos. Si no es para eso, nuestra oración de petición es pura magia, una torpe manera de querer obtener de Dios diversas cosas.

Y pienso que, ciertamente, hay mucha magia y mucha torpeza en nuestras oraciones. Y pienso que, si Jesús nos enseñara hoy a orar, nos enseñaría a orar sin pedir nada. Pienso que nos enseñaría a manifestar ante Dios nuestras necesidades y límites, y a expresar una confianza sin límites, y a acoger lo que Dios nos está dando sin cesar, y a ser fuente de los dones de Dios y a ser fuente de Dios mismo.

Pienso que Jesús nos enseñaría a llorar ante Dios, y a bailar y a celebrar la vida ante Dios, y a desahogar el corazón ante Dios y a abandonar la vida en las manos de Dios, como nos ha dicho el Salmo:

"El Señor te guarda a su sombra, está a tu derecha.
El sol no te hará daño de día,
ni la luna de noche.

Y si el sol te hace daño de día, o la luna de noche, Dios está junto a ti, sufriendo contigo y tomándote la mano. Pienso que Jesús nos enseñaría a orar así. Pienso que, en último término, Jesús nos enseñaría a ser pan y consuelo de Dios para nosotros mismos y para el mundo, a ser dadores de Dios para nosotros mismos y para el prójimo, y a ayudar a Dios a ser.

Así es como aprendió a orar Etty Hillesum, aquella joven mujer judía muerta en Auschwitz: "Señor, tú no puedes ayudarnos; nos toca a nosotros ayudarte a ti y, cuando lo hacemos así, es entonces cuando nos ayudamos a nosotros mismos".

José Arregi

Para orar

Dios mío, estos tiempos son tiempos de terror.
Esta noche, por primera vez, me he quedado despierta en la oscuridad,
con los ojos ardientes, mientras desfilaban ante mí,
sin parar, imágenes de sufrimiento.

Voy a prometerte una cosa, Dios mío, una cosa muy pequeña:
me abstendré de colgar en este día, como otros tantos pesos,
las angustias que me inspira el futuro.
Pero esto requiere cierto entrenamiento.
De momento, a cada día le basta su pena.

Voy a ayudarte, Dios mío, a no apagarte en mí,
pero no puedo garantizarte nada por adelantado.

Sin embargo, hay una cosa que se me presenta
cada vez con mayor claridad:
no eres tú quien puede ayudarnos,
sino nosotros quienes podemos ayudarte a ti
y, al hacerlo, ayudarnos a nosotros mismos.

Esto es todo lo que podemos salvar en esta época,
y también lo único que cuenta: un poco de ti en nosotros, Dios mío.

Quizá también nosotros podamos contribuir a sacarte a la luz
en los corazones devastados de los otros.


Etty Hillesum, Diario durante la persecución nazi

domingo, 4 de julio de 2010

Carta abierta a Maradona, por Carlos Malbrán

PARA EL CASO DE QUE NO GANEMOS ESTE CAMPEONATO DEL MUNDO. QUERIDO DIEGO, “PELUSA”, “PIBE DE ORO”, “DIEZ”, “DIOS”, “GORDO”: Quiero hacer memoria, para que no se te olvide a vos, ni a ninguno de los argentinos.



Eras un pibe de la villa miseria de Fiorito. Uno de esos asentamientos informales, insalubres y laberínticos, de viviendas precarias en las que se hacinan los desplazados. Síntoma brutal de la marginación y la pobreza, del que los políticos prefieren no hablar porque es poner en duda toda la estructura legal del sistema. Jugabas porque el fútbol es la expansión de los humildes, un acto atemporal que los saca de las desdichas cotidianas. La vida te había negado casi todo, y vos, como miles de chicos argentinos, con tus zapatos rotos, te desquitabas a patadas.

En 1973 alguien te dijo: - Che pibe, vamos a armar un equipo para jugar en el “Torneo Evita”, ¿Entrás?

Con tus piernas flacas y tu rostro de “negrito”, te convertiste en la pesadilla del torneo, nadie quería enfrentarte. “Los Cebollitas”, (así se llamaban), se llevaron la copa y al año siguiente ganaron el Campeonato de la 8ª División. El conjunto se mantuvo invicto 136 partidos y gracias a que “Los Cebollitas” se convirtieron en una sensación, conociste Perú y Uruguay, donde los invitaron a jugar. No tenías 12 años y ya eras campeón.

A alguien se le ocurrió hacerte debutar en las inferiores del Club Argentino Juniors. Resultó fácil, fue el primer acto ilícito de tu vida: te cambiaron el nombre y mintieron la edad, agregándote dos años para que te aceptaran. Algo completamente inútil porque tu brillo era tal que cuando te vieron jugar, todos preguntaban: ¿Quién ese pibe? ¿De dónde salió ese prodigio?

Entonces decidieron que era mejor ponerte en el entretiempo de los partidos de la Primera División para que entretuvieras a la hinchada haciendo malabares con la pelota. Naciste mago. Siempre la pelota ha hecho todo lo que querés, ¿O será al revés?

Llegaste a la villa eufórico:

- ¡Mamá, me pagaron!

Doña Dalma te dio un beso y tu padre Diego te regaló una sonrisa y una palmada afectuosa. Hasta hay un viejo comercial de Coca Cola, donde se ve a aquel muchachito haciendo maravillas.

La primera vez que figuraste en los diarios, (esos que cada vez que pueden, intentan destruirte por tus ideas), tenías diez años. El Clarín decía: “Había un pibe con porte y clase de ‘crack’…”. Este periodista no sabía que aún faltaban por llenar muchas páginas hablando del “Pibe de Fiorito”. Porque en dos años ascendiste ocho divisiones en Argentinos Juniors, de novena a primera, y comenzaste a dibujar tu historia con goles: en 1978, aunque te consagraste como el goleador del Metropolitano, el flaco Menotti te dejó fuera de la Selección que ganó el campeonato porque eras muy niño, pero al año siguiente nos trajiste la Copa del Mundial Juvenil.

Por ese tiempo, aunque River te quería contratar y te ofreció lo mismo que ganaba Ubaldo Fillol, el jugador mejor pagado de entonces, decidiste jugar para Boca, que estaba en serios problemas económicos y no podía comprar tu pase. Nos hiciste campeones, pero duraste poco. Europa siempre ha pagado mejor y te fuiste al Sevilla y después al Nápoles. El Mundial de México 86, siempre será recordado como “el Mundial de Maradona” y podría escribir muchas páginas con las emociones que nos hiciste vivir, porque cada vez que mandaste la pelota al fondo de la red, no era un gol de Maradona, era un tanto de desquite de todos los humildes de tu pueblo.

La FIFA, aún a regañadientes, (los oligarcas del fútbol no te quieren Diego) tuvo que elegirte como al mejor jugador del siglo XX. Para nosotros significas mucho más. Siempre recordaré cuando como consecuencia de haber caído en los abismos de la droga, te tuvieron que internar de urgencia y una multitud angustiada hizo intransitable cuadras enteras en torno al hospital. Alguien puso un gran cartel: “El cielo tiene que esperar”, otro decía: “Siempre vivirás, Dios no quiere competencia.”, otro: “Jesús resucitó una vez. Vos, miles.”, y quizá el más significativo rezaba: “Diego, no aflojés que vas a salir. No podés perder. No te olvides que Maradona juega para vos.”

Saliste de la droga como también te levantaste de cada golpe que te dieron en la cancha, pero los medios internacionales siempre magnificaron tu adicción a las drogas y cada error que cometías, porque lo que no te perdonan es que a pesar del dinero, la fama y la gloria, nunca olvidaste al pibe de la villa de Fiorito y que cada uno de tus mensajes políticos mueva la conciencia de los pobres y explotados del mundo. El mercado puede aceptar que seas un genio del fútbol, pero no que te hayas convertido en la compensación para una sociedad frustrada por varias dictaduras militares y desgastada por el accionar de políticos corruptos.

Se acepta, ¿qué otro remedio les queda?, que seas un campeón, más no que reflejes los sentimientos de los despojados que necesitan creer que Dios no está tan lejos. Eso no te lo van a perdonar nunca Diego. La FIFA no te puede perdonar que promuevas la sindicalización de los jugadores, a los que llamas “los obreros del fútbol”, porque eso echaría por tierra un negocio que mueve millones de dólares cada cuatro años.

Si Maradona dona una escuela, o promueve una colecta para los niños pobres con parálisis, no saldrá en la primera plana de ningún periódico del mundo, porque lo imperdonable no son estos actos en sí, sino que lo hagas siempre diciendo que sólo estás devolviendo algo de lo que los poderosos roban a la gente.

Demagogo, populista, oportunista, drogadicto, son los calificativos aconsejados por los señores de la SIP para poner junto a tu nombre. Como también aconsejan destacar siempre las declaraciones del señor Pelé, porque ese si es “bueno”. Se coloca debajo de un cartel de alguna firma de productos deportivos, que por supuesto le paga, para reivindicar siempre al sistema y defender sus intereses. De eso vive. No te van a perdonar tus visitas a Chávez, o que tengas al Ché tatuado en tu hombro.

La única vez que te tuve cerca fue cuando en noviembre de 2005, con motivo de la Cumbre de Presidentes de Mar del Plata, nos invitaste a ir a repudiar la presencia de Bush en la Argentina. Los grandes diarios del mundo, no publicaron en estos días la foto de la Selección Argentina despidiéndose rumbo a Sudáfrica con una gran pancarta que decía: “Apoyamos a las abuelas de Plaza de Mayo para el Premio Nobel de la Paz”. Ni tampoco la noticia de que recibiste en Pretoria a Estela Carlotto con un gran abrazo.

Eso no se perdona Diego. El fútbol, vos lo sabés mejor que nadie, es un juego impredecible y como bien declaraste: “No hay favoritos. Cualquiera te puede clavar la pelota en el ángulo y todo lo que hiciste… Chau”. Todo es posible, pero por todo esto y mucho más quiero decirte que si eso sucede, no te hagas ningún problema, porque con nosotros ya cumpliste.

Gracias por ser Maradona. Gracias por ser nuestra alegría y nuestra esperanza. Gracias por no olvidar al pibe de Fiorito. Gracias por representarnos siempre a todos con dignidad. Gracias campeón. (Agencia Paco Urondo)