miércoles, 28 de noviembre de 2012

La crisis del clero

Les paso un artículo interesante sobre La crisis del clero del teologo José M. Castillo Adital nov212012 La noticia circula por la red. Y es tema de cometarios preocupados y preocupantes. Se trata de esto: por cada 10 sacerdotes que mueren en Europa, se ordena de presbítero 1 seminarista. A este paso, si no se produce muy pronto un milagro impensable, ¿qué futuro le espera a la Iglesia en el continente donde reside el centro de la cristiandad y que ha difundido la fe por todo el mundo? Insisto: si las cosas no cambian muy pronto, de aquí a diez años, el catolicismo será un residuo histórico, una curiosidad del pasado, reducida a casi nada, y que se recordará como ahora recordamos los tiempos antiguos, cuando a los herejes se les quemaba en la plaza pública o los esclavos se compraban en el mercado. Por supuesto, es posible que estas estadísticas no se ajusten exactamente a la verdad de los hechos, por igual y en todas partes. Eso, sin duda, puede suceder. Y seguramente sucede. De hecho, el Vaticano y la Conferencia Episcopal difunden, de vez en cuando, informaciones que aseguran un aumento de vocaciones en la Iglesia. Y puede ser que, algún que otro año, eso sea cierto. En todo caso, hay hechos que nadie me puede negar. Hace más de quince años, hablé detenidamente con un sacerdote francés que, ya entonces, me dijo que era párroco de cuarenta parroquias. Y conste que, ante mi asombro, me insistió: "Sí, ha oído Usted bien. Hablo de cuarenta parroquias”. Y añadió: "A lo más que alcanzo, los fines de semana, es a poder decir siete misas”. Ahora, hace pocos días, un cura amigo, que ha estado en la vendimia del sur de Francia, con trabajadores de su pueblo, me contaba la impresión que le ha hecho ver que los párrocos son casi todos africanos, venidos del Congo, o rumanos que han huido de la penosa situación de su país. Las consecuencias, que todo esto arrastra, le llaman la atención a cualquiera. Por ejemplo, es notable la cantidad de iglesias y conventos que se están vendiendo, en Alemania, Holanda, Austria, Francia…, para dedicarlos a centros comerciales, salas de cultura, almacenes, hoteles, etc. En la mayoría de los conventos, lo que predomina son los ancianos y ancianas, mientras que los noviciados se han agrupado porque ya quedan pocos y además están medio vacíos. Y conste que los síntomas, que se palpan en Europa, se empiezan a notar en otros continentes, por ejemplo, en no pocos países de América Latina. Hoy, con el exceso de información que funciona por todas partes, este tipo de fenómenos nunca son estrictamente locales. ¿Quiere decir esto que la Iglesia se hunde y desaparece? No. Lo que quiere decir, por lo pronto, es que el tipo de sacerdotes, obispos y papas, que viene teniendo la Iglesia, desde hace un siglo, ya no sirve para estos tiempos y para la cultura dominante. Pienso que esto no es una hipótesis. Es un hecho, que ahí está, a la vista de todos. Es más, no se trata sólo del tipo de personas que ocupan esos cargos. El problema está en los cargos mismos. Quiero decir: la Iglesia se tiene que organizar de otra manera. Se les tiene que dar más poder de participación a los laicos. Más presencia a las mujeres. Más autoridad a las Conferencias Episcopales en el gobierno general de la Iglesia. La Curia Romana tiene de cambiar de manera radical. El poder supremo, en la Iglesia, no puede seguir concentrado en un solo hombre, el papa. Está visto que de esa manera la Iglesia no puede ni aceptar en ella el complimiento de los derechos humanos. Muchos menos, el Evangelio. Por supuesto, debe modificarse el sistema económico de las diócesis y del Vaticano, que, cuanto antes, debe dejar de ser un Estado. Tiene que pensarse muy en serio si lo mejor para la Iglesia es mantener esa forma de presencia de pompa y boato que lleva consigo cualquier obispo, cualquier cardenal y no digamos si es que hablamos del Vaticano y del papado. Todo eso, tal como lo ve la gente, no se parece, prácticamente en nada, a los que leemos en el Evangelio. Mientras la Iglesia no afronte en serio estas cuestiones, esto no tiene arreglo. Y, además, le queda poco tiempo. Sin olvidar que ninguno de los cambios, que acabo de mencionar, son cuestiones que tienen que mantenerse porque son verdades obligatorias de la fe cristiana. Todo lo contrario, si es que nos atenemos a la forma de vivir que escogió Jesús, tal como la relatan los evangelios. ¿Qué vendrá después, si lo que tenemos se hunde del todo? ¡Cualquiera lo sabe! [Fuente: Blog Teología sin censura].

lunes, 20 de agosto de 2012

El buen samaritano

Les comparto una parábola para trabajar con chicos y grandes: El buen samaritano Un hombre bajaba hacia Jericó y en medio camino el pobre topó con unos ladrones que sin compasión le dieron de palos hasta que cayó... ¡Sáquenme de aquí que estoy medio muerto, no quiero morir en este desierto! a Ayuda pedía sin saber a quién pasó un sacerdote de Jerusalén fingió no escucharle aunque oyó muy bien y haciendose el sordo se alejó de él. ¡Sáquenme de aquí que esto mal herido, no quiero morir en este camino! Al cabo de un rato se acerca un levita y viendo al herido que le solicita dando un rodeo el encuentro evita, apresura el paso y se pierde de vista. ¡Sáquenme de aquí que estoy medio muerto, no quiero morir en este desierto! a Asertó a pasar un samaritano que es un extranjero allí despreciado. Al ver las heridas de aquel pobre hermano se compadeció, le tendió la mano. Curó sus heridas con aceite y vino, con mucho cuidado lo subió al colino. En una posada del pueblo vecino lo dejó encargado y siguió su camino. Díganme quién fue del prójimo hermano: si fue el sacerdote o el samaritano. O si fue el levita...¿cuál fue el más humano?

jueves, 19 de julio de 2012

Un cuento sobre la amistad y el perdón

LOS CLAVOS EN LA PUERTA Hubo una vez un niño que tenía muy mal genio. Su padre le regaló una caja de clavos y le dijo que cada vez que perdiera el control tenía que clavar un clavo en la Parte trasera de la puerta El primer día El niño había clavado 37 clavos en la puerta. Durante las próximas semanas, como había aprendido a controlar su rabia, la cantidad de clavos comenzó a desminuir diariamente. Descubrió que eras más fácil controlar su temperamento que clavar los clavos en la puerta. Finalmente llegó el día en que el niño no perdió los estribos. Le contó a su padre sobre ésto y su padre le sugirió que por cada día que se pudiera controlar Sacara un clavo Los días transcurrieron y el niño finalmente le pudo contar a su padre que había sacado todos los clavos El padre tomó a su hijo de la mano y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: “Haz hecho bien, hijo mio, pero mira los hoyos en la puerta. La puerta nunca volverá a ser la misma. Cuando dices cosas con rabia, dejan una cicatriz igual que ésta. Le puedes clavar un cuchillo a un hombre y luego sacárselo. Pero no importa cuántas veces le pidas perdón, la herida siempre seguirá ahí” Una herida verbal es tan dañina como una física. Recuerda que los amigos son joyas muy escasas. Te hacen reir y alentarte para que progreses; te prestan un oído, comparten palabras de aprecio y siempre quieren abrirnos su corazón

jueves, 29 de marzo de 2012

REFLEXIÓN SOBRE EL VIERNES DE SEMANA SANTA 2012

Les comparto un compilado de reflexiones sobre el dolor humano y su sentido desde la experiencia cristiana ( Basado en artículos de Panigazzi, Mariani y grupo Renacer).

EL SENTIDO DEL DOLOR

Nos enfrentamos en esta semana a uno de los misterios de la vida: la muerte y el dolor humano. En particular nos centramos en la muerte de Jesús y lo recordamos especialmente el Viernes Santo.
En la tradición de la Semana Santa se suele insistir mucho en los dolores de Jesús. Se los suele colocar en el máximo de las posibilidades del ser humano. En realidad, en nuestro tiempo, podemos constatar dolores más horribles que los padecidos por Jesús: en las cárceles, en los países excluidos, en las torturas, desapariciones, discriminaciones, en la eliminación de personas con los métodos más crueles y a completa sangre fría.
La idea de que el dolor de Jesús “viene de arriba”, de que el Padre lo entrega para quedar satisfecho con su sacrificio por nuestros pecados, es contagiada del paganismo que mantenía el favor de los dioses contentándolos con sacrificios. De allí ha brotado entre los cristianos, una espiritualidad del sacrificio que muchas veces llega al masoquismo.
Por lo tanto, el sacrificio de Jesús no es por obediencia a la Voluntad de Dios, como si Él quisiera su muerte. Es por obediencia a la Voluntad de Dios, pero enfrentada a la voluntad del mundo, de los que viven de acuerdo al espíritu del mundo. Y es ese espíritu del mundo el que causa su muerte, no querida por Dios. La muerte de Jesús se explica por su historia y su propuesta. No por un “decreto de arriba” sino por “decisiones de abajo”: de los poderes de este mundo.
La bondad de Jesús abarcó toda la dimensión de la persona y por eso tuvieron que eliminarla. Su dolor es por y para nosotros. Y allí está su sentido profundo.

UN DIOS EXPULSADO DE LA HISTORIA
Una de las causas de la incredulidad y el ateísmo de nuestro tiempo es la no aceptación de que Dios pueda permanecer impasible ante tantas desgracias que se abalanzan sobre las personas, los inocentes tanto como los culpables y, a veces, hasta con ventaja de estos últimos. Tragedias como las de los terremotos, tsunamis, inundaciones que arrasan con vidas, los accidentes, la tragedia de Once…Todo esto lleva a la conclusión de que Dios no existe o al menos a la duda.
Hay otra manera de juzgar la realidad y es la que sugiere la Biblia. Dios entra en la historia a través del dolor. Por la pobreza, la persecución, la intranquilidad, el desamparo, el rechazo, la cruz. Por eso las bienaventuranzas proclaman el privilegio de los pobres y los que sufren. Porque abren paso a Dios en la Historia. Porque el sufrimiento es una puerta para que ese Dios de amor pueda entrar en la historia sin oprimir y sin suprimir al hombre.
El dolor, que es un modo muy intenso de compartir nuestras limitaciones, tiene en él un sentido de amor, porque es con, por y para nosotros. Es un dolor que él soporta durante toda su vida, ya que es un defensor de la causa del hombre y de la mujer, de su libertad, de su dignidad, de sus derechos y, por eso, molesto para los opresores, los aprovechadores, los soberbios, los excluyentes, los discriminadores de cualquier clase. Y esto causa su muerte.


EL SENTIDO DE NUESTROS DOLORES
Nos detenemos en ese sentido del dolor de Jesús, porque es fundamental para los cristianos. En la vida cristiana, el dolor que se soporta o se enfrenta es para ser consecuente con sus principios, para dar felicidad o defender el derecho de los demás. Ese dolor tiene sentido en sí mismo, porque está impulsado por el amor y supone una superación constante de nuestra debilidad y nuestros egoísmos.
Pero, también tenemos que preocuparnos de recuperar el sentido del dolor más vulgar y cotidiano. El que nos disminuye, nos desgasta, nos oprime, desde las injusticias irremediables, la desocupación, la enfermedad, la depresión psíquica, la pérdida de los seres queridos y otras tantas situaciones difíciles en que nos pone la vida.A veces, la solución se pone en la actitud resignada ante Dios que “si así lo dispone, será por algo” Y este razonamiento, aunque pueda causar resignación y así producir una paz aparente, constituye una verdadera ofensa a Dios, que se ha rebelado contra el dolor, y que quiere liberarnos y hasta ha sido capaz de “dar la vida por los amigos”.
La primera actitud ha de ser entonces recurrir a todos los medios para evitar el dolor. El propio y el ajeno. Nunca se puede pensar que uno se conforma mejor a la voluntad de Dios sufriendo que venciendo al dolor.
Pero, muchas veces esta lucha no conduce a una desaparición del dolor. Y entonces también, desde nuestras posibilidades humanas tenemos que buscarle sentido.
Hablamos en este caso de una situación en la que el sufrimiento no es tan tremendo y no nos anula la posibilidad de utilizar nuestras facultades. Mientras eso es posible, un primer sentido hay que encontrarlo en la solidaridad con los que sufren. No dejar que el dolor cierre nuestros ojos ni nuestros corazones al dolor de los demás. Sufrir con los que sufren, para comprenderlos, para buscar su alivio. Es casi una ley que quien no ha sufrido una cosa concreta no puede entender con algo de profundidad el sufrimiento de los demás y se considera superior o inmune. Aprovechar el sufrimiento para comprender, es ya un sentido muy importante para nosotros mismos y delante del Dios del amor. Así dice de Jesús la carta a los Hebreos: “que compartiendo nuestros sufrimientos, es capaz de comprendernos”.
POR Y PARA LOS DEMÁS
Cuando, a pesar del dolor, uno puede llegar a la conciencia de que su propio sufrimiento puede resultar fortaleza y aliento para los demás, cuando desde el propio dolor se traspasa el natural sentido de encerrarse en él y uno se preocupa por descubrir qué cosas pueden significar alivio para la situación de los demás, el dolor adquiere su sentido redentor asemejándose al de Jesús.
Muchas experiencias muestran que, aún en enfermedades incurables o situaciones terminales, la dedicación al servicio de otros ha constituido el principal alivio y hasta, en algunas oportunidades la curación de los propios males.
De todos modos, cuando el dolor no es suficiente para vencernos en nuestra disponibilidad afectiva y efectiva para acompañar a los que nos rodean, produce una compañía que es como una devolución aliviante para nuestros propios sufrimientos. Muchas veces la soledad de los que sufren puede deberse a su falta de disponibilidad para buscar la felicidad de los otros, o para aceptar su presencia y su buena voluntad para ayudar.

FRENTE A LA CRUZ DE JESÚS
El dolor de Jesús es plenamente con, por y para nosotros. En este camino se descubre sentido al sin-sentido del dolor humano. Con la lucha por evitarlo, acompañamos a ese Jesús que no fue indiferente ante ningún sufrimiento y curó a todos los que encontró en su camino. Con la solidaridad para compartir agrandamos nuestra dimensión interior y entramos en la comprensión de los dolores ajenos. Con la conciencia de que a nuestro lado sigue habiendo necesidades y colaborando desde el dolor y la limitación a la preocupación por solucionarlas, convertimos nuestra situación dolorosa en un modo de amor y así entramos de lleno en el sentido cristiano.

jueves, 22 de marzo de 2012

El Dios en nosotros

EL DIOS EN NOSOTROS

"Dios está con nosotros. No pertenece a una religión u otra. No es propiedad de los cristianos. Tampoco de los buenos. Es de todos sus hijos e hijas. Está con los que lo invocan y con los que lo ignoran, pues habita en todo corazón humano, acompañando a cada uno en sus gozos y sus penas. Nadie vive sin su bendición.
Dios está con nosotros. No escuchamos su voz. No vemos su rostro. Su presencia humilde y discreta, cercana e íntima, nos puede pasar inadvertida. Si no ahondamos en nuestro corazón, nos parecerá que caminamos solos por la vida.
Dios está con nosotros. No grita. No fuerza a nadie. Respeta siempre. Es nuestro mejor amigo. Nos atrae hacia lo bueno, lo hermoso, lo justo. En él podemos encontrar luz humilde y fuerza vigorosa para enfrentarnos a la dureza de la vida y al misterio de la muerte". (José Antonio Pagola)
________________________________________La imagen del dios que está afuera, el que defiende la religión tradicional para defender la trascendencia, apreciando menos o incluso descuidando la inmanencia, ha tenido consecuencias nefastas y además no es el Dios encarnado. Para buscar a ese dios de afuera, las gentes tienen que alejarse de su entorno o buscarlo en el templo, convirtiéndose el clero en los dueños y dispensadores de Dios.
Además entonces nuestro entorno y nuestro cuerpo dejan de ser templos, el mundo es malo, peligroso, y el cuerpo es el animal que habrá que domesticar y castigar. La naturaleza habrá que someterla, dominarla, explotarla, quizás hasta destruirla. El prójimo es antes que un hermano un desconocido y posiblemente un enemigo.
El ser humano desconfía de sí mismo y de los demás, impera la desconfianza y el miedo. Lo profano como opuesto y separado de lo sagrado, consecuencias desastrosas para la vida cristiana de los laicos separados, y marginados de los sagrados y consagrados.
Este dios nos sirve para explicar lo que no conocemos y para resolver problemas, que tenemos que resolver nosotros, hace milagros e impide el cambio y el avance de la Iglesia. Es un anestésico para no sentir el dolor del mundo. Además legitima el orden piramidal de la Iglesia y de la sociedad, la obediencia antes que la libertad, la ley sobre el amor, el poder sobre el servicio, la violencia sobre la paz. Es el dios que ve desde afuera las injusticias y el dolor de este mundo. Es el dios que ha creado a los ateos.
El Dios que llevamos dentro, que es desde luego trascendente y por ello es inmanente, es el Dios distinto, pero no distante, es el fundamento de nuestra ser y del universo, fuente de creatividad y de espiritualidad. Sólo hay que darle la vuelta a las consecuencias que hemos dicho antes.
Para encontrar a ese Dios de adentro, las personas no tienen que alejarse de su entorno, sino en su medio, en lo cotidiano, en la vida, en sí mismos, en los otros, en los pobres, en la naturaleza. Y nuestro cuerpo es templo de Dios, y “el universo es el cuerpo de Dios”. El prójimo es mi hermano y allí está Dios, más que en ningún templo y más a flor de piel en el pobre y afligido.
El ser humano confía en sí mismo y en los demás, porque en el fondo del ser humano está su bondad, que es el mismo Dios y desaparece el miedo que paraliza. Lo profano está unido a lo sagrado. El sacerdote no es más que el laico. Es el Dios que hoy sigue encarnado. Con ese Dios se da la confianza, la libertad, la creatividad, el cambio, la responsabilidad y el amor.
Si le dejáramos actuar convertiría el orden piramidal de la Iglesia y de la sociedad en comunidad, y pondría el amor sobre la ley y el servicio sobre el poder, la paz y la justicia sobre la violencia. Es el Dios que goza con el que goza y sufre con el que sufre.
Para encontrarlo no hay ni siquiera saber que lo estamos buscando, con tal de servir al más sencillo, al más humilde. Con tal de amar. Es el Dios que nos hace humildes y serviciales, es el Dios que nace con cada niño y cada niña que nace. Este es el Dios en nosotros...