martes, 28 de septiembre de 2010

¿TIENE SENTIDO LA ASIGNATURA FORMACIÓN CRISTIANA EN EL CURRÍCULO ESCOLAR?

Ahora que estamos en la revisión del PCI vuelve a tener sentido el preguntarse por lo esencial en la formación de los alumnos, de nuestros jóvenes.

¿Tiene algún sentido que dentro del currículo fundamental la Formación Cristiana figure como una oferta institucional?

Yo soy de los que cree que sí, que la formación del ser humano ha de pasar por descubrir esa dimensión de apertura al Misterio que desde siempre muchos percibieron. El Misterio nos habita y nos descubre nuestro ser; habita el exterior, es decir el otro ser; habita la realidad, es la historia, la sociedad… Es la Fuerza que nos sostiene y nos abre al trabajo esperanzado de seguir en el camino de construir humanidad, de tejer estructuras personales y sociales más humanas, de regenerar nuevas energías.

Desde el inicio del proceso de humanización el ser humano experimentó ese “Algo más” y creó sistemas para relacionarse con Él, no siempre acertados, ni libres de tantas limitaciones que conlleva el ser humano. Sistematizó sus creencias, articuló ritos, escribió las experiencias de su aproximación y comprensión de lo infinito, lo trascendente, lo divino, en libros que llamó revelados.

El Misterio y la dimensión espiritual del ser humano y de la naturaleza son universales, no se puede limitar a un credo, a una iglesia, a un dogma, a unos libros sagrados; nada lo puede encerrar y cuando lo hacemos, ya estamos fuera del Misterio: erramos. ¿Quién puede detener o poseer el aire, encerrar el océano, o la música, o la belleza? En tal caso, cuando decimos que lo hacemos, estamos confundiendo esa música o esa belleza con La Música o La Belleza, con el Aire o el Océano.

¿A dónde voy con todo esto? A mi convencimiento de la necesidad de abrir a nuestros jóvenes a esa dimensión trascendente, a explicársela; a contarles que ha existido siempre, a enseñarles las manifestaciones históricas que han generado libros sagrados, ritos, valores, concepcio-nes de vida, compromiso, estructuras religiosas.

Esta forma de enseñanza de la Formación Cristiana es recoger el legado espiritual que hemos heredado y desentrañar en él sus valores; mirar el pasado sagrado de nuestros ancestros con reverencia. Pretende en primer lugar conocer. Que el conocimiento de lo espiritual tenga equilibrio con tantos otros conocimientos necesarios para la vida: tecnológico, histórico, lingüístico, matemático, etc. Y no formemos expertos e intelectuales analfabetos de lo religioso.

En segundo lugar conocer para tolerar. Si formamos personas que conocen les estamos educando para tolerar lo diferente. Ésta es una de las exigencias más importantes en una sociedad plural cultural, política y religiosa como la que vivimos.

¿Cómo podemos lograr entender al otro en su diferencia y en su riqueza propia haciendo que se sienta comprendido desde lo más hondo, desde lo más suyo? Yo creo que mucho tiene que ver con la educación en ese conocimiento y reverencia ante lo ajeno y lo propio, y eso pasa necesariamente por el conocer, aprender, estudiar esa pluralidad religiosa. En esa medida depuraremos prejuicios, descubriremos que tememos mucho más en común que aquello o que nos separa.

En tercer lugar y como objetivo final: valorar. Es necesario hacer un esfuerzo desde la educación para enseñar a valorar. No valoramos y seguimos los preceptos del neoliberalismo que lo gasta todo, lo derrocha todo y ni así somos felices con lo que tenemos.

No sé si valoramos el amanecer y los tonos fascinantes que dibuja en el cielo, los árboles en su belleza y en su silencioso trabajo para depurar nuestro aire, los gorriones en sus insistentes reclamos, los medios, la cultura a la que tenemos acceso, o las familias donde nos hacemos personas. Aprender a valorar, quizás es aprender a mirar. (“Todos los ojos miran, pocos observan, muy pocos ven”)

Si la clase de Formación Cristiana se sumará al currículo de las materias que educan para que sean cada vez más los que vean, habremos aportado lo más importante del legado de todas las religiones en lo más hondo de su esencia. Entonces les habríamos educado a estar más allá de cualquier credo, como decía el místico Arabi ya en 1165 en uno de sus poemas:

“Hasta ahora ignoraba a mi compañero si no compartía la misma creencia. Pero ahora mi corazón acoge cualquier forma: pradera de gacelas, ermita para monjes, templo para ídolos, Ka’aba para peregrinos, tablas de la Torá y Libro Santo del Corán. Sólo sigo la religión del amor”. (Fragmento de la Oda XI).

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Dinero (Lucas 16,1-13)

ECLESALIA, 15/09/10.- La sociedad que conoció Jesús era muy diferente a la nuestra. Sólo las familias poderosas de Jerusalén y los grandes terratenientes de Tiberíades podían acumular monedas de oro y plata. Los campesinos apenas podían hacerse con alguna moneda de bronce o cobre, de escaso valor. Muchos vivían sin dinero, intercambiándose productos en un régimen de pura subsistencia.

En esta sociedad, Jesús habla del dinero con una frecuencia sorprendente. Sin tierras ni trabajo fijo, su vida itinerante de Profeta dedicado a la causa de Dios le permite hablar con total libertad. Por otra parte, su amor a los pobres y su pasión por la justicia de Dios lo urgen a defender siempre a los más excluidos.

Habla del dinero con un lenguaje muy personal. Lo llama espontáneamente «dinero injusto» o «riquezas injustas». Al parecer, no conoce "dinero limpio". La riqueza de aquellos poderosos es injusta porque ha sido amasada de manera injusta y porque la disfrutan sin compartirla con los pobres y hambrientos.

¿Qué pueden hacer quienes poseen estas riquezas injustas? Lucas ha conservado unas palabras curiosas de Jesús. Aunque la frase puede resultar algo oscura por su concisión, su contenido no ha de caer en el olvido. «Yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto para que cuando os falte, os reciban en las moradas eternas».

Jesús viene a decir así a los ricos: "Emplead vuestra riqueza injusta en ayudar a los pobres; ganaos su amistad compartiendo con ellos vuestros bienes. Ellos serán vuestros amigos y, cuando en la hora de la muerte el dinero no os sirva ya de nada, ellos os acogerán en la casa del Padre". Dicho con otras palabras: la mejor forma de "blanquear" el dinero injusto ante Dios es compartirlo con sus hijos más pobres.

Sus palabras no fueron bien acogidas. Lucas nos dice que «estaban oyendo estas cosas unos fariseos, amantes de las riquezas, y se burlaban de él». No entienden el mensaje de Jesús. No les interesa oírle hablar de dinero. A ellos sólo les preocupa conocer y cumplir fielmente la ley. La riqueza la consideran como un signo de que Dios bendice su vida.

Aunque venga reforzada por una larga tradición bíblica, esta visión de la riqueza como signo de bendición no es evangélica. Hay que decirlo en voz alta porque hay personas ricas que de manera casi espontánea piensan que su éxito económico y su prosperidad es el mejor signo de que Dios aprueba su vida.

Un seguidor de Jesús no puede hacer cualquier cosa con el dinero: hay un modo de ganar dinero, de gastarlo y de disfrutarlo que es injusto pues olvida a los más pobres. (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).