jueves, 19 de julio de 2012
Un cuento sobre la amistad y el perdón
LOS CLAVOS EN LA PUERTA
 
Hubo una vez un niño que tenía muy mal genio.
 
Su padre le regaló una caja de clavos y le dijo que cada vez
 
que perdiera el control tenía que clavar un clavo en la
 
Parte trasera de la puerta
 
El primer día 
El niño había clavado 37 clavos en la puerta. 
Durante las próximas semanas, 
como había aprendido a controlar su rabia, 
la cantidad de clavos comenzó a  desminuir diariamente. 
Descubrió que eras más fácil controlar su temperamento que 
clavar los clavos en la puerta. 
Finalmente llegó el día en que el niño no perdió los estribos. 
Le contó a su padre sobre ésto y su padre 
le sugirió que por cada día que se pudiera controlar 
Sacara un clavo 
Los días transcurrieron y el niño finalmente 
le pudo contar a su padre  que había sacado 
todos los clavos 
El padre tomó a su hijo de la mano 
y lo llevó hasta la puerta. Le dijo: “Haz hecho bien, 
hijo mio, pero mira los hoyos en la puerta. 
  
La puerta nunca volverá a ser la misma. 
  
Cuando dices cosas con rabia, 
  
dejan una cicatriz igual que ésta. 
  
Le puedes clavar un cuchillo a un hombre 
  
y luego sacárselo. Pero no importa cuántas 
  
veces le pidas perdón, la herida siempre seguirá ahí” 
  
Una herida verbal es tan dañina como una física. 
Recuerda que los amigos son joyas muy escasas. 
Te hacen reir y alentarte para que progreses; te prestan 
un oído, comparten palabras de aprecio y siempre 
quieren abrirnos su corazón
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