martes, 8 de junio de 2010

La razón del matrimonio homosexual

Les comparto un material que salió publicado en el diario la Voz del Interior de Claudio Fantini. Aunque no soy fan de él, me parece interesante leerlo para seguir profundizando nuestras opiniones al hablar del tema de la homosexualidad. Un abrazo, Santi

"Los griegos inventaron el amor", afirma Jean-Pierre Vernant en uno de sus mejores libros sobre la historia helénica. Por las páginas de Los orígenes del pensamiento griego transitan la aparición del razonamiento científico en Mileto, la creación de la filosofía, el teatro, el deporte y, por cierto, la idea de la democracia que surge conjuntamente con la "polis".

¿Por qué le asigna también a ese lúcido pueblo de la antigüedad la invención del amor? Porque La Odisea es el primer libro en el que el vínculo fundamental entre un marido y su mujer es el amor. Ulises y Penélope son el primer matrimonio enamorado. Sostiene Vernant que, antes de la monumental obra de Homero, ningún libro fundamentaba el matrimonio en el amor. Ni siquiera los textos sagrados.

La gente se casaba para procrear y las uniones se acordaban entre clanes, tribus, estados o padres de los cónyuges. Que se amaran o no, sencillamente carecía de relevancia.

Resulta significativo que haya sido en Grecia donde, 10 siglos antes de Cristo, apareciera en la literatura el primer matrimonio enamorado. En definitiva, fue una de las más imponentes cunas del racionalismo. Y es precisamente la razón lo que, muchos siglos más tarde, terminará haciendo del amor el fundamento esencial del matrimonio.

A esta altura de la historia, que los padres pacten el casamiento de sus hijos, o que la mujer pueda ser comprada como esposa o que se una a niños en matrimonio, resulta injusto por ser irracional. La lógica de esta unión es el amor. Toda otra motivación que no contenga este elemento es ilógica e injusta.

Desde lo racional. Es por eso que, desde la racionalidad, no puede negarse a los homosexuales el derecho al matrimonio.

Por mucho que nos cueste entenderlo desde la heterosexualidad, es evidente que las personas del mismo sexo pueden amarse con tanta intensidad como las parejas heterosexuales. Que puedan vivir juntos hasta la edad en que se apaga el deseo de la carne prueba que, igual que en la heterosexualidad, esa relación trasciende la sexualidad. La historia está plagada de ejemplos, como el sufrimiento de Adriano por la muerte de su adorado Antínoo.

Las religiones otorgaron sacralidad al matrimonio incluso cuando era un contrato pactado por poder o por negocios. Algunas religiones bendicen hoy la poligamia y el casamiento entre niños. Ergo, la lógica religiosa no ha considerado al amor como vínculo fundamental. Por eso algunas religiones se han opuesto durante tanto tiempo al divorcio. Como si la extinción del amor o su inexistencia no fueran razón suficiente para disolver el vínculo.

Minoría maltratada. El concepto aristotélico de justicia, como "igualdad de los hombres en lo que son iguales y desigualdad en lo que son desiguales", suele ser utilizado por quienes se oponen a que la unión entre personas del mismo sexo reciba el nombre de matrimonio. Sin duda, una definición imponente y esclarecedora en lo referido a los derechos políticos y sociales de las personas, pero a la hora de aplicarse a cuestiones como el matrimonio, conviene leerla con la lente de Cicerón, el jurista que explicó en la antigua Roma la finalidad de la justicia como el deber de "dar a cada cual lo que merece".

¿Quiénes merecen la concesión del matrimonio? ¿Los heterosexuales o los que se aman?

A Pierre-Joseph Proudhon, el anarquismo no le restaba lucidez ni un profundo sentido de justicia; por eso vale tener en cuenta que haya definido "lo justo" como "el respeto espontáneo y mutuamente garantizado de la dignidad humana, cualquiera sea la persona a la que se refiera; en cualesquiera circunstancias, y sean los que fueren los riesgos a que su defensa pueda exponernos".

Es cierto que, con tantos milenios de existencia dedicada exclusivamente a definir la unión heterosexual, la palabra matrimonio puede no ser la más adecuada para llamar a la unión civil entre personas del mismo sexo. ¿Qué cambia para los homosexuales que su vínculo reciba ese u otro nombre?

Es una pregunta interesante. Probablemente, la obstinación de los homosexuales al reclamar esa palabra, además por cierto de los derechos que implica, tenga que ver con la necesidad de un resarcimiento de quienes padecieron una larga historia de segregación y humillaciones.

La comunidad gay ha sido y es una minoría maltratada. Prácticamente hasta nuestros días, los usos y costumbres permiten tratarla con palabras insultantes. Siempre estuvo permitido referirse a los homosexuales usando desde calificaciones como "enfermos" y "pervertidos" hasta términos vulgares y crueles.

Además, si es por la antigüedad de la palabra matrimonio, entonces hoy debiera utilizarse sólo para las uniones negociadas por dinero, poder o política, ya que el amor como vínculo fundamental en la pareja es un estadio al que arribó el racionalismo, antes que la religión, recién en los últimos siglos. Aunque en la literatura, Ulises y Penélope se hayan adelantado dos mil años.

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